El morbo de lo prohibido

El morbo de lo prohibido, de lo incorrecto, de las cosas que no deberían pasar, pero aún así suceden. Conversaciones de la vida que se tornan sexuales. Las risas de disimulo en su fallido intento de disipar la tensión sexual que acrecentaba.

Un encuentro era prácticamente un suicidio para la fuerza de voluntad, y sucedió; cruzarse casualmente en una plaza era lo que menos se esperaba.

Los típicos saludos nerviosos y la invitación a un café era lo más apropiado. Irse pronto era el plan pero se le ocurrió ofrecerse llevarla a su apartamento, en el que, en el segundo café negro, se enteró que vive, y sola.

Sube, un momento para tomarte una cerveza de agradecimiento, más conversación. Es mejor irse, que te acompañen a la puerta y de despedida un beso en la mejilla... Sí, es lo mejor, pero el plan fue un fracaso y el beso fue en la boca.

Un beso que despertó tal agresividad, un jalón fuerte al cabello que fue respondido con besos más fuerte, mordidas que fueron devueltas con mordidas. Un apretón fuerte al cuello, mientras la respiración le abandonaba pero con una sonrisa en su cara, o la sonrisa era porque ya le estaba acariciando el clítoris con los dedos. Ya ni sé. Difícil de explicar.

Eso ya era un océano, el mismo océano que invita a introducir los dedos para luego hacer que se los chupe. Quería seguir apretando el cuello, pero también quería darle bien duro de perrito. Así que se quitó la correa y la amarró alrededor de su cuello y la jalaba mientras sin mediar palabras lo entró completo. Ambas cosas al final eran factibles en una cama.

No se sabe que era más fuerte el jalón de la correa o las embestidas que le iba dando. Eso Terminó rápido, la dejo llena de semen y tirada en la cama. Al final prefirió irse a su casa sin correa.

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